domingo, noviembre 26, 2006

Cine: Hijos de los hombres

Londres, año 2027. Una extraña enfermedad ha convertido en estériles a todas las mujeres del planeta desde hace casi 20 años. Theo, un ¿periodista? se embarcará junto a Kee, una joven que milagrosamente ha quedado embarazada, en un viaje para proteger a la que quizá sea la última esperanza que le queda a la raza humana para sobrevivir al futuro.




A veces olvidamos que el cine, como cualquier otra de las artes, es un instrumento para transmitir emociones, para hacernos sentir algo distinto, para introducirnos en mundos muy diferentes pero a la vez demasiado cercanos al nuestro. Hacia mucho tiempo que una película no me producía tantas sensaciones como esta “Hijos de los hombres”, película que pertenece sin lugar a dudas a lo mejor que nos ha deparado el año cinematográfico, descubrimiento que viene firmado por el mexicano Alfonso Cuarón.

“Hijos de los hombres” encierra en su más que ajustado metraje, apenas 100 minutos, toneladas de sabiduría fílmica, un deseo de traspasar los límites de lo permisible dentro de este juguete que llamamos cine. Sinceramente, no esperaba mucho de esta película, una excelente premisa inicial y poco más, posiblemente acabaría siendo otro producto convencional, bien empaquetado pero de escasa perdurabilidad. Nada más lejos de la realidad. Cuarón narra una historia (y nunca mejor dicho, “Hijos de los hombres” está narrada y no filmada) haciendo un uso extraordinario del plano-secuencia, introduciéndonos en la acción, agarrándonos a nuestras butacas apabullados por aquello que está sucediendo delante de nuestros ojos.

El verdadero protagonista de la película no es el personaje interpretado con Clive Owen, demasiado plano, obligado a dar vida a un cliché de antihéroe que carece del empaque para sacar adelante la historia él sólo; quién de verdad centra toda nuestra atención en “Hijos de los hombres” es la ciudad, mejor dicho el mundo donde se desarrolla la acción. Ese Londres que ya casi hemos alcanzado, un presunto remanso de paz en un planeta sumido en el caos absoluto. Tanto a nivel de guión como de dirección artística, este futuro sombrío es, sencillamente inabarcable: Los recortes de periódico o de revistas, los anuncios de TV, los graffitis, carteles, todo aquello que está detrás de la acción y que nunca de forma gratuita se nos deja entrever. Todo, repito, para dar una terrible credibilidad a este futuro más que posible, por momentos inevitable (“las cosas ya estaban jodidas mucho antes de la plaga” dice el personaje de Owen en un momento dado), terrorífico y brutal que alcanza su máxima expresión en el campo de refugiados donde tiene lugar el último acto del film, mezcla truculenta de Guantánamo, la franja de Gaza y el guetto judío de Varsovia, un lugar aterrador pero asfixiantemente posible.

“Hijos de los hombres” no puede ser considerada una obra maestra por su endeblez argumental (a pesar de un par de giros argumentales muy meritorios, la historia es bastante simple), la fragilidad en la construcción que de su personaje hace Clive Owen (en contraposición a la excelente labor de Julianne Moore, memorable en cada una de sus intervenciones, capaz de construir un personaje entrañable y sólido con tan sólo una mirada y dos líneas de diálogo) y un error de casting incomprensible (¿Michael Caine como un hippy fumador compulsivo de porros?). Sin embargo, pocas películas tienen tan a su alcance la capacidad de perdurar en el inconsciente una vez ha finalizado su visionado, el ponerte la piel de gallina media docena de veces o el construir una de las secuencias más hipnóticas que haya dado el cine en muchos años, ese magistral clímax dentro del bloque de apartamentos situado en el campo de refugiados, una secuencia conmovedora y escalofriante, de nada disimulada influencia bíblica, que se te introduce en la piel y no te suelta por más que intentas rascarte, dejándote una marca imborrable en el recuerdo. La marca del gran cine.

En resumidas cuentas:

Lo mejor: La labor de dirección de Alfonso Cuarón y la capacidad que tiene la propia historia de expandirse en incontables direcciones para recrear un mundo tan real que da auténtico miedo.
Lo peor: El personaje de Clive Owen, que a pesar de ser el catalizador de casi todo lo que ocurre en el film, no sólo no evoluciona con el paso de los minutos sino que el espectador llega a preguntarse por qué toma determinadas decisiones.
El plano: Kee enseñando su barriga de embarazada a Theo.
La secuencia: Dos, el ataque al coche en el que viajan los protagonistas por parte de los refugiados; y por supuesto el clímax, que lleva al límite la estética documental de la película.
La frase: “Qué más da. En 50 años todo habrá terminado” (Theo)
El diálogo: (Julian) “Me cuesta mirarte”
(Theo) “¿Por qué?”
(Julian) “Porque tienes sus ojos” (en referencia al hijo, ya fallecido que ambos tuvieron)

2 Comments:

At 8:04 p. m., Anonymous Anónimo said...

grandisima pelicula que también recomiendo vivamente.

eres grande peyton, eres mi critico preferido. y no sólo de cine . ven q t fustigue..

 
At 11:55 p. m., Anonymous Anónimo said...

Viva Aranjuez, Peyton! Viva Aranjuez! No tengo ni idea de la película que has comentado pero me parece muy buena la crítica ya sabes que yo de cine sólo controlo "DirtyDancing"

 

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